La familia construye lo esencialmente
humano del hombre.
Ackerman
En 1948 la ONU estipuló que todo hombre tiene
derecho a un estándar de vida adecuado para su salud y bienestar personal y el
de su familia. Definió de manera muy general que la salud es el completo estado
de bienestar físico, mental y social y no únicamente la ausencia de enfermedad
o afección. Este concepto fue ampliado en 1978 en la reunión de Alma Ata, donde
se consideró a la salud como un derecho fundamental de la humanidad y un
objetivo social importante para el mundo.
Entre las
normas que rigen el cuidado de la salud, el derecho a la salud es un aspecto
que debe situarse dentro de la ética médica. Involucra como protagonista directo
al usuario de los servicios de salud, y es considerado uno de los derechos fundamentales
del ser humano, tal como se ha expresado dentro de los postulados cardinales de
la ONU y de la OMS. A este respecto, el
llamado derecho a la salud es un concepto que permanece en el campo de lo
utópico, ya que nadie puede sustraerse en forma absoluta a los efectos del
ambiente, de la herencia o de los estilos de vida prevalentes. En cambio, lo
que sí es posible es poner en práctica medidas para disminuir los riesgos de la
enfermedad o actuar de manera concreta para restaurar la salud perdida. Por eso
es más apropiado hablar del derecho a la protección de la salud, que es la
forma en que se introdujo en nuestra Ley fundamental. En México,
desde 1983, el derecho a la protección de la salud se elevó a rango de garantía
constitucional, y entró en vigor la Ley General de Salud, que establece los
mecanismos del Sistema Nacional de Salud; dos años más tarde se conformó la
Secretaría de Salud, encargada de normar dicho Sistema. Tales
adaptaciones legislativas han constituido un avance social de suma importancia,
dadas las marcadas diferencias en los niveles de salud de nuestra población. Artículo Cuarto Constitucional: Toda
persona tiene derecho a la protección de la salud. La ley definirá las bases y
modalidades para el acceso a los servicios de salud y establecerá la
concurrencia de la Federación y las Entidades Federativas en materia de
salubridad general, conforme a lo que dispone la fracción decimosexta del
Artículo 73 de esta Constitución. Los hechos
mencionados han dado lugar a la aparición de múltiples términos y conceptos que
no pocas veces han sido motivo de confusión. Dada su importancia, conviene
definir que por primer nivel de atención se conoce a uno de los tres niveles
operativos de la organización de servicios de salud, en tanto que atención primaria
a la salud es la estrategia que constituye el primer elemento en el proceso permanente
de asistencia sanitaria y que surge a raíz de la reunión de Alma Ata como un
enfoque alternativo al problema de salud individual y colectivo,
115%; mso-bidi-font-family: Times-Roman;">
enfoque conceptual y operativo que representa el impulso más
importante que la atención a la salud ha recibido en los últimos tiempos. El contacto
primario es una forma de otorgar la asistencia médica que enfatiza la
importancia de la primera atención que se da y que asume la responsabilidad continua
del paciente, tanto en el mantenimiento de la salud como en la terapéutica de
la enfermedad.6 Hoy en día, el desarrollo
científico y los avances tecnológicos han generado recursos que permiten no
solamente atender la enfermedad, sino también ejercer acciones que favorezcan
la salud, a lo cual se le ha denominado atención primaria, misma que
sólo puede ofrecerse durante el estado de salud, antes de que aparezca el daño;
es decir, se ocupa anticipatoriamente de los factores de riesgo por medio de
acciones que inciden sobre el estado de salud. En cambio, la atención secundaria se ocupa
del daño, de la atención a la enfermedad, es expectante y sujeta a demanda.
Esta última es la práctica médica tradicional, la cual, por ser producto en
muchas ocasiones de mentalidades tecnologizadas, resulta impersonal, costosa y
fragmentada, y olvida que las personas enferman como un todo y no como partes. En la
actualidad se entiende que la mejor protección al individuo deriva de la mejor
atención al grupo social en que vive; que el criterio de prevención de las enfermedades
y sus secuelas debe privar sobre el de curación y que, consecuentemente, la
asistencia médica debe realizarse primordialmente en los lugares de residencia de
los individuos.9 Esto significa un cambio
fundamental que permite entender que la salud integral no sólo es resultado de
acciones médicas, sino de la totalidad de situaciones socioeconómicas y
culturales del complejo ecológico en que viven los grupos humanos y que se
expresa en lo que puede denominarse la calidad de la vida. La medicina conforma una profesión compleja
que es ejercida de mejor manera y con mayor profundidad por quienes a su
capacidad científica aúnan la habilidad para conocer y dominar los avances
técnicos, como la física de las radiaciones y, mejor todavía, por quienes a
todo esto le suman la capacidad de conocer mejor la naturaleza humana.10 Actualmente los aspectos emocionales de la enfermedad juegan un
papel muy importante, y la manera en que la gente siente y se comporta en
respuesta al medio ambiente y a las influencias culturales depende en gran
medida de la forma, duración e intensidad de sus síntomas e incapacidad. En un mundo
cada vez más despersonalizado en el que el materialismo, la tecnocratización y
la sobrepoblación propician que se valore a las personas en razón de lo que
producen y poseen, la familia continúa siendo la única institución en la que la
persona es amada, no por lo que tiene o realiza, sino simplemente por lo que
es. El hombre, el ser más
evolucionado de la escala biológica, es paradójicamente el más desvalido e
incapaz de subsistir por sí mismo, ya que para lograrlo necesita depender de su
relación con otros seres humanos que satisfagan sus necesidades básicas, tanto
físicas como emocionales. Dice Haley13 que tratar a
un solo individuo por sus síntomas es como suponer que una vara tiene un solo
extremo, y agrega que la causa de la conducta humana no se localiza tanto
dentro del individuo sino en un contexto social más amplio, su familia en
primer término. Según Richardson: “Decir que el paciente tiene familia equivale
a afirmar que el órgano enfermo es parte del individuo”, y aunque ambos hechos
parecen obvios, por mucho tiempo ninguno de los dos recibió el debido
reconocimiento por parte de la profesión médica. Para comprender cabalmente el proceso salud–enfermedad,
es fundamental partir del hecho de que, para el médico, la unidad mínima de
estudio debe ser la familia, la cual, en su devenir histórico, se ha convertido
en un complejo sistema, fuente de salud y enfermedad para sus propios
integrantes; sin embargo, en medicina, la unidad de tratamiento ha sido
tradicionalmente la que conforman el paciente y su médico; por ello no es
frecuente que el proceso salud–enfermedad se entienda en función de la unidad
familiar,15 ni que se piense en la familia como unidad
homeostática, determinante de dicho proceso. Estos conceptos quedan de
manifiesto cuando, por ejemplo, la economía familiar o el cuidado de los hijos
se alteran a causa de la enfermedad del padre o la madre; y cuando otras
enfermedades, sobre todo aquéllas que alteran la armonía de la familia, como la
depresión, el alcoholismo o la drogadicción, no sólo afectan al miembro que la
sufre, sino que repercuten en todo el conjunto familiar.16 La mala salud reduce la productividad, la capacidad para el logro
y el ejercicio del empleo, del desarrollo intelectual y de la participación
social y política.17 La salud de
los individuos está influida por la vida familiar, y las familias se afectan
por las enfermedades y las desgracias de sus miembros. I. McWhinney La familia ha
sido motivo de estudio de las más diversas disciplinas; sin embargo, hasta
épocas recientes la medicina se ha propuesto estudiarla sistemática y
científicamente,lo cual se debe en gran parte al enfoque ecológico con el que
se ha visto al proceso salud–enfermedad, en el que el individuo deja de ser
analizado como un ente exclusivamente biológico y cobran interés los factores
psicológicos y sociales, muchos de los cuales se generan en la propia familia y
afectan de una u otra forma la salud del individuo.18 De ahí que, desde la perspectiva de una sociedad en
funcionamiento, Fromm llama sana a una persona cuando es capaz de cumplir con
sus roles sociales y participar en la reproducción de la sociedad. Por su parte, Frenk señala que la salud es un punto de encuentro
en el que confluyen lo biológico y lo social, el individuo y la comunidad, la
política social y la económica. Además de su valor intrínseco, la salud es un
medio para la realización personal y colectiva. Constituye, por lo tanto, un
índice del éxito alcanzado por una sociedad y sus instituciones de gobierno en
la búsqueda del bienestar que es, a fin de cuentas, el sentido último del
desarrollo. Desde una perspectiva de la
acción, la salud debe ser percibida como un todo integrado por varios
componentes, algunos de los cuales pueden estar afectados por daño, enfermedad
o riesgo, y coexistir, en el mismo individuo o población, con otros que no lo
están, mismos que pueden ser motivo de acciones promocionales. En otras
palabras, la salud es inherente a la vida y, mientras exista vida, hay componentes
de salud que se pueden y deben preservar o promover. El proceso salud–enfermedad no debe ser comprendido como simples
estados opuestos, sino como una expresión de todo el proceso vital con grados
diversos de equilibrio entre el organismo y su ambiente; es decir, es un
proceso que consta de una ecología. Tampoco es posible considerar a la
enfermedad únicamente como una alteración biológica, sino, como lo señala
Martínez Cortés, una experiencia llena de significados que viven tanto el
enfermo como quienes lo rodean. Es cualquier estado que perturba el
funcionamiento físico y/o mental de una persona y afecta su bienestar al
llevarlo a la pérdida del equilibrio que mantiene la composición, estructura o
función del organismo. En consecuencia, es importante darse cuenta de que la
salud no puede ser entendida dentro de los limitados confines de la experiencia
individual, y de que una visión más amplia de este proceso debe comprender
también la dinámica del grupo familiar.1 Mediante el
conocimiento de los psicodinamismos de la familia en relación con el proceso
salud–enfermedad es posible, para los profesionales de la salud, alcanzar una
comprensión ideal de los aspectos saludables y patológicos, tanto del paciente
como de su familia, de la interacción entre ambos y de las relaciones dinámicas
del sistema familiar con su entorno. El
concepto integral de salud que en la actualidad tiene unánime reconocimiento puede
resumirse en los siguientes puntos:10 1. La salud, en
tanto expresión de vida plena, es un valor humano de alta jerarquía. 2. La salud es un
proceso dinámico de equilibrio del hombre consigo mismo y con el medio
circundante: físico, biológico y social. 3. Salud y
enfermedad interactúan de continuo en el ambiente social con expresión individual.
4.
Salud
y enfermedad se influyen recíprocamente, siendo entre sí a la vez causa y efecto
una de la otra. El reconocimiento de la forma como evoluciona la enfermedad
influye sobre el curso de la misma. Existen cuatro fases de la enfermedad
estrechamente vinculadas con la dinámica individual, familiar y la del propio
padecimiento: a. Aparición aguda o gradual. b. Evolución
progresiva, constante o episódica. c. Desenlace prematuro, de pronóstico fatal o
sorpresivo. d. Posibilidad de incapacitar cognoscitiva, cinética y
sensorialmente, así como de ocasionar pérdida de energía, imagen y control
corporal, de identidad personal y de relaciones íntimas. El deslinde de las
diferentes fases de la enfermedad, al igual que una evaluación acertada de la
familia que incluya la etapa del desarrollo en la que se encuentra, su historia
de enfermedades y pérdidas, sus reacciones ante las crisis, el rol del enfermo
antes de la aparición de la enfermedad y el paradigma familiar relacionado con
el control, conducirán a un manejo adecuado de la enfermedad, que es el
objetivo de toda práctica terapéutica.21 Según la
Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS, los problemas de salud
pueden ser agrupados de la siguiente manera: 1. Problemas de
salud física que afectan fundamentalmente al individuo (faringitis, bronquitis,
artritis, etc.). 2. Problemas de salud física individual, que, por sus
características, pueden alterar el funcionamiento del grupo familiar
(enfermedades crónicas como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus u
otras enfermedades invalidantes y mortales). 3. Problemas de
salud mental que afectan al individuo pero que repercuten en la familia, ya sea
como causa o efecto (alcoholismo, drogadicción, colon irritable, trastornos de
ansiedad, etc.). 4. Problemas de salud familiar que son propiamente del grupo y que,
según la Clasificación Triaxial de la Familia,
pueden
ser subdivididos en: a. Aspectos del desarrollo familiar. b. Disfunción de
los subsistemas familiares. c. Dimensión global de la disfunción familiar. La
salud familiar, al estar condicionada por variables socioeconómicas y
culturales, debe entenderse como un proceso dinámico, susceptible de
experimentar cambios a lo largo del ciclo vital de la familia; es por eso que la misma enfermedad, diagnosticada en diferentes
etapas del desarrollo, tiene distintas consecuencias en lo que respecta a la
atención y tratamiento de los aspectos físicos, psicológicos y sociales. Hablar
de la salud familiar implicaría hacer alusión a la prevalencia e incidencia de
enfermedades en una familia determinada. Sin embargo,
el enfoque para evaluar a la familia como sistema integral se apoya más en las
relaciones interpersonales que en la suma de los estados de salud de los
miembros que la conforman, ya que la visión integral del proceso salud–enfermedad
identifica al paciente, no como un ente aislado y fragmentado, sino como un
elemento dentro del contexto social que es su familia, en donde la interacción
de factores biopsicosociales resulta definitiva. De ahí que la familia como
grupo adquiera una entidad diferente a la entidad de la simple suma de sus
componentes.
La
utilización del conceptode salud familiar implica, entonces, la explotación de
la capacidad de la familia para cumplir con sus funciones, dentro de las cuales
se encuentra incluida la de formar individuos sanos, tanto física como
mentalmente. Esta visión favorece el otorgamiento de una atención longitudinal
e integral de primer contacto, encaminada no sólo a la reparación del daño,
sino también al mantenimiento del completo estado de salud y bienestar del
individuo y su grupo familiar. No obstante lo anterior, la familia no sólo es
el ambiente más importante en el que ocurre y se resuelve la enfermedad, sino
también un excelente recurso para mantener y preservar ese derecho esencial del
hombre y la sociedad que es la salud.
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